Eric Uribares
Para continuar la serie que inicié hace unas semanas, comenzaré por contestar algunas de las inquietudes de mi amigo Marco e intentaré hilar otras ideas (pa provocarlo, ojalá pegue) sobre el socialismo democrático.
Efectivamente, Del rojo al rosa: La disolución del discurso antagónico de izquierda en México, libro del que soy coautor, se circunscribe a la izquierda institucional, más específicamente, partidista. Tal cosa no me parece ni blasfemia ni ignorancia, y no significa que los autores desconozcamos la existencia de la otra izquierda, esa que ha optado por distintos caminos como forma de lucha. Sucede que había la necesidad académica de circunscribir el tema a ciertas variables. Toda investigación de carácter científico social, como es el caso de Del rojo al rosa, pasa por limitantes reales de tiempo y recursos humanos y económicos. Tuvimos que decidir, y optamos por la analizar aquella izquierda que, a nuestro parecer, incide más activamente en la vida pública del país.
Ahí queda pendiente una segunda parte necesaria, la de esa otra izquierda, pasada por las teorías del análisis del discurso, propuestas por Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, en Hegemonía y estrategia socialista: Hacia una radicalización de la democracia, teorías que a mi parecer, renuevan el ideario para la construcción del socialismo en sociedades menos utópicas, más complejas y más reales que aquellas que dividen el mundo entre buenos y malos, entre burguesía y proletariado.
La idea de la dictadura del proletariado me parece bueno mantenerla en cuanto referente del socialismo clásico, pero sinceramente creo que la dictadura como instrumento es un camino que erróneo. En dado caso, me parecería mejor hablar de la Democracia del proletariado, es decir, de la democracia social.
El socialismo es posible redefiniendo un marco teórico; ciertos parámetros y conceptos. Socialismo democrático no significa abandonar la esencia del socialismo, que, como bien nos recuerda Marco, es economía planificada y control estricto de los mercados. Socialismo democrático significa, eso sí, utilizar instrumentos distintos a la dictadura del proletariado para implantar el socialismo. Utilizar en primera instancia, como bien dice Enrique Villarreal en Mística socialdemócrata 2, la vía electoral para llegar al poder y, desde ahí, impulsar la radicalización de la democracia y convertir a ésta, en una democracia socialista, una Democracia del proletariado si es que se le quiere llamar así, una democracia que cambie las reglas de acceso al poder, eso es lo primero y debería ser el objetivo primordial de los socialistas democráticos.
Cambiar las reglas para acceder al poder es una transformación profunda y necesaria en un Estado en vías de convertirse en socialista democrático. Los cambios económicos que requiere un Estado socialista tienen que ser aprobados por una Asamblea General cuyos representantes hayan accedido a ese sitio a través de las nuevas reglas de radicalización de la democracia.
Nuevas reglas que, por cierto, tienen que garantizar la representatividad real de la sociedad, ahí está el reto, construir un proyecto de democracia socialista (socialdemócrata) y lograr que el proletariado, que los desposeídos, que las minorías, que las clases bajas, consoliden una gran mayoría que haga valer su número y se imponga en la toma de decisiones por un país igualitario y justo.