21 ene 2009

por Ivan Santos
Coordinador de la Liga de Jóvenes en Chiapas


En México como en otros países, la mayoría de los candidatos a Diputados Federales, o Locales, son mayores a 40 años, aunque la Constitución marca la edad mínima de 21 años, hoy en la actualidad son muchos los jóvenes que están incursionando a las filas de candidaturas, si bien es cierto los jóvenes de hoy se están integrando cada vez más, esto debido a que se crean nuevos espacios para los Jóvenes Mexicanos, sin distinción de Raza, Color o Nivel Social.

Los jóvenes mexicanos están muy interesados en los problemas del país, y también como en otros tiempos manifiestan una gran indignación acerca de nuestros grandes problemas: pobreza, desigualdad, corrupción, inseguridad, discriminación, etcétera. Sostienen también una valoración alta de los valores y principios del sistema democrático pero su rechazo va contra sus sujetos principales: los partidos políticos.

Son, ciertamente, los partidos políticos, con sus luchas internas, su falta de claridad, su beligerancia, su tendencia a generar cotos de poder reservados los que más rechazo suscitan entre los jóvenes. Pero la razón que mayor rechazo genera es que ningún partido parece tener una política clara, sensata y estructurada para este sector decisivo de nuestra sociedad.

Tengo la impresión de que subsiste en los partidos políticos la tendencia de afrontar la problemática de los jóvenes con el viejo reflejo de integrar sectores juveniles dentro de los partidos, como si los problemas de los jóvenes no se entrelazaran con los problemas generales del país. Los discursos que supuestamente recurren al lenguaje de los jóvenes (como si éste fuera uno solo) o las ofertas que hacen de la oferta política a los jóvenes sólo temas de ocio, diversión y frivolidad, entre otras cosas, exhiben el alejamiento de los partidos respecto de estos votantes emergentes.

¿Qué debería significar una nueva actitud de los partidos frente a los jóvenes? En primer lugar, el reconocimiento de que los ciudadanos emergentes están profundamente desengañados de la política partidista, y que este desengaño, en una democracia de partidos como la nuestra, terminará por pasar factura al sistema democrático en su conjunto.

En segundo lugar, la necesidad de articular los grandes problemas que afectan a los jóvenes: educación, empleo, vivienda, salud sexual y reproductiva, bajo un enfoque coherente, tal y como se ha hecho en la llamada "perspectiva de género" respecto de las mujeres. Y finalmente, cabe señalar la necesidad de que los partidos abandonen esa visión a medio camino entre el paternalismo y la cursilería con los jóvenes, porque respeto y participación es lo que merecen.