Enrique Villarreal
La mística socialdemócrata fue anterior al PSD y sobrevivirá a él y a cualquier organización política. Es una fe en la posibilidad y en la factibilidad de lograr cambios políticos, económicos y sociales en beneficio de las grandes mayorías del país –y del mundo- a través de vías electorales, legislativas, gubernamentales, en suma, democráticas. Esta mística ha dado lugar a ideas, planes, políticas, instituciones, y entre ellas partidos políticos.
El PSD, resultado de esta mística, pretende ser un instrumento de cambio social progresista, en manos ciudadanas (su creación fue eminentemente por voluntad de personas libres) y al servicio de ellas. Sin embargo, su nacimiento y desarrollo ha enfrentado grandes obstáculos, tanto externos como internos, y ha sufrido diversas crisis, que han dificultado su proyección política y social, aun cuando ha sido precisamente esta mística lo que ha coadyuvado en la superación de todas las dificultades, poder sobrevivir, desarrollarse y competir. Pero esta mística se pone a prueba día a día por el contexto negativo imperante.
La actividad política, especialmente la partidista, enfrentan condiciones sumamente adversas, sobre todo para aquellos partidos –como el PSD- que a penas emergen dentro del espectro nacional.
Una condición general negativa, y no exclusiva de México, se refiere a la crisis de la política y de las ideologías; dos caras de la misma moneda. El descrédito de la política evidentemente se debe a que no le ha cumplido a la gente, en gran en parte porque siguen imperando comportamientos corruptos –faltos de ética- y únicamente en beneficio de intereses corporativos, caciquiles y de elite; la política como negocio y ejercicio arbitrario y demagógico del poder. La política como instrumento de enriquecimiento de pocos y de empobrecimiento de muchos.
Justamente esta mala praxis política ocasiona que la gente deje de creer en las ideologías, en las ideas, en los discursos, si bien no es el único factor, ya que evidentemente el individualismo, el materialismo y consumismo dominantes en nuestra sociedad influyen poderosamente para socavar el idealismo, los valores sociales y los intereses comunitarios. Además, el colapso del bloque socialista fue un duro golpe contra el socialismo (en su versión marxista-leninista), y, en general, se promovió un desencanto sobre la posibilidad de nuevas utopías y mundos alternativos.
Si bien el resultado de esta crisis ha sido un profundo desencanto, desconfianza y rechazo por la política y las ideologías, y hasta de la misma democracia, para millones de personas en México y en el mundo, incluyendo a los jóvenes, no ha sido obstáculo para la emergencia de nuevos partidos (como el PSD) y múltiples movimientos políticos y sociales (ONGs, redes, foros, etc.), que pretenden ejercer la política con base en ideales y principios, en una ética de convicción y responsabilidad. Es decir, se mantiene la esperanza de un mundo mejor, una esperanza de la que se nutre la mística socialdemócrata, y en ello las nuevas generaciones desempeñan un rol fundamental, ya que son ellas quienes construirán y comandarán la sociedad futura.
Este contexto general negativo es una condición estructural general, aunque no es la fuente única de las circunstancias adversas del quehacer político, en especial las que enfrenta el PSD. Sin duda, la específica situación política, económica y social de nuestro país dificulta poderosamente el trabajo socialdemócrata.
De entrada, México es una de las naciones más desiguales del mundo. Por lo menos la mitad del país se encuentra en la pobreza frente a una minoría de privilegiados (el más rico del planeta es mexicano), lo cual es factor causal del clientelismo, el corporativismo y, en general, del lucro político que se hace con la pobreza y las necesidades básicas de la población. En cuanto a lo económico, en los últimos 25 años ha imperado el estancamiento económico, el desequilibrio regional y sectorial, el desempleo y la falta de oportunidades, lo que también es fuente de desigualdad y de servidumbre política. Esta condiciones económicas y sociales crean un marco propicio para que en lo político siga imperando la oligarquía tripartidista. La democracia restringida que vivimos no permite el despliegue de la pluralidad y las libertades políticas. Existe una competencia sumamente feroz desleal e inequitativa, favorable a los tres principales partidos, y a la perpetuación de cacicazgos políticos, particularmente en los estados y municipios, y por ende contraria a las organizaciones partidarias –como el PSD- que aspiran a una mayor democratización del país. Por ello, existen poderosos intereses contrarios a que prospere una alternativa política como la que representa el PSD.
En los procesos electorales es donde mayormente se manifiesta esta disparidad estructural, y justamente es en estas lides donde es mayor la necesidad de la mística socialdemócrata: la fe en sus ideales la fuerza en sus convicciones, la voluntad de entrega y sacrificio, la combatividad, la disciplina, el trabajo en equipo, el conocimiento del marco legal, del rival y del terreno, la capacidad organizadora y de proselitismo y propagandística, la creatividad, entre otras cualidades indispensables para superar las dificultades y cosechar triunfos.
Precisamente la adversidad puede ser una oportunidad para aprovechar los agravios e injusticias del sistema como un terreno fértil para la mística socialdemócrata, pero como un asunto de sumar voluntades, con base en convicciones y coincidencias, jamás explotando carencias y necesidades.
El PSD, resultado de esta mística, pretende ser un instrumento de cambio social progresista, en manos ciudadanas (su creación fue eminentemente por voluntad de personas libres) y al servicio de ellas. Sin embargo, su nacimiento y desarrollo ha enfrentado grandes obstáculos, tanto externos como internos, y ha sufrido diversas crisis, que han dificultado su proyección política y social, aun cuando ha sido precisamente esta mística lo que ha coadyuvado en la superación de todas las dificultades, poder sobrevivir, desarrollarse y competir. Pero esta mística se pone a prueba día a día por el contexto negativo imperante.
La actividad política, especialmente la partidista, enfrentan condiciones sumamente adversas, sobre todo para aquellos partidos –como el PSD- que a penas emergen dentro del espectro nacional.
Una condición general negativa, y no exclusiva de México, se refiere a la crisis de la política y de las ideologías; dos caras de la misma moneda. El descrédito de la política evidentemente se debe a que no le ha cumplido a la gente, en gran en parte porque siguen imperando comportamientos corruptos –faltos de ética- y únicamente en beneficio de intereses corporativos, caciquiles y de elite; la política como negocio y ejercicio arbitrario y demagógico del poder. La política como instrumento de enriquecimiento de pocos y de empobrecimiento de muchos.
Justamente esta mala praxis política ocasiona que la gente deje de creer en las ideologías, en las ideas, en los discursos, si bien no es el único factor, ya que evidentemente el individualismo, el materialismo y consumismo dominantes en nuestra sociedad influyen poderosamente para socavar el idealismo, los valores sociales y los intereses comunitarios. Además, el colapso del bloque socialista fue un duro golpe contra el socialismo (en su versión marxista-leninista), y, en general, se promovió un desencanto sobre la posibilidad de nuevas utopías y mundos alternativos.
Si bien el resultado de esta crisis ha sido un profundo desencanto, desconfianza y rechazo por la política y las ideologías, y hasta de la misma democracia, para millones de personas en México y en el mundo, incluyendo a los jóvenes, no ha sido obstáculo para la emergencia de nuevos partidos (como el PSD) y múltiples movimientos políticos y sociales (ONGs, redes, foros, etc.), que pretenden ejercer la política con base en ideales y principios, en una ética de convicción y responsabilidad. Es decir, se mantiene la esperanza de un mundo mejor, una esperanza de la que se nutre la mística socialdemócrata, y en ello las nuevas generaciones desempeñan un rol fundamental, ya que son ellas quienes construirán y comandarán la sociedad futura.
Este contexto general negativo es una condición estructural general, aunque no es la fuente única de las circunstancias adversas del quehacer político, en especial las que enfrenta el PSD. Sin duda, la específica situación política, económica y social de nuestro país dificulta poderosamente el trabajo socialdemócrata.
De entrada, México es una de las naciones más desiguales del mundo. Por lo menos la mitad del país se encuentra en la pobreza frente a una minoría de privilegiados (el más rico del planeta es mexicano), lo cual es factor causal del clientelismo, el corporativismo y, en general, del lucro político que se hace con la pobreza y las necesidades básicas de la población. En cuanto a lo económico, en los últimos 25 años ha imperado el estancamiento económico, el desequilibrio regional y sectorial, el desempleo y la falta de oportunidades, lo que también es fuente de desigualdad y de servidumbre política. Esta condiciones económicas y sociales crean un marco propicio para que en lo político siga imperando la oligarquía tripartidista. La democracia restringida que vivimos no permite el despliegue de la pluralidad y las libertades políticas. Existe una competencia sumamente feroz desleal e inequitativa, favorable a los tres principales partidos, y a la perpetuación de cacicazgos políticos, particularmente en los estados y municipios, y por ende contraria a las organizaciones partidarias –como el PSD- que aspiran a una mayor democratización del país. Por ello, existen poderosos intereses contrarios a que prospere una alternativa política como la que representa el PSD.
En los procesos electorales es donde mayormente se manifiesta esta disparidad estructural, y justamente es en estas lides donde es mayor la necesidad de la mística socialdemócrata: la fe en sus ideales la fuerza en sus convicciones, la voluntad de entrega y sacrificio, la combatividad, la disciplina, el trabajo en equipo, el conocimiento del marco legal, del rival y del terreno, la capacidad organizadora y de proselitismo y propagandística, la creatividad, entre otras cualidades indispensables para superar las dificultades y cosechar triunfos.
Precisamente la adversidad puede ser una oportunidad para aprovechar los agravios e injusticias del sistema como un terreno fértil para la mística socialdemócrata, pero como un asunto de sumar voluntades, con base en convicciones y coincidencias, jamás explotando carencias y necesidades.
1 comentario:
estoy completamente de acuerdo con este artículo, las insuficiencias en las que se ha visto inmerso el país a causa de la vanalización de la vida en todos sus aspectos, familiar, educativa, política, pero también muy importante es el aspecto cultural. ¿que se hace por la cultura? ¿ que hace la izquierda por la cultura? y ¿qué hacemos los jóvenes por la cultura? ¿quién promueve la cultura alternativa, aquella que se hace sin presupuesto, aquella que surge de la sed de expresar, soy estudiante de comunicación de la unam, conozco muchos jóvenes que estan involucrados en el arte muy profundamente, cantantes, bailarienes, actores, habemos quienes escribimos y buscamos foros de expresión. me gusta lo que hacen y las campañas, los intereses que manejan, me gustaria participar en ellos. pero no dejen de lado la cultura, identidad y arte. atte. Ana Lilia rodríguez Olvera
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